viernes, 11 de agosto de 2017

Haikus XXXVIII









Madrugas para llegar a la playa antes de que se convierta en un hormiguero. El levante no acobardará a los bañistas porque los días de vacaciones son sagrados en el calendario turista.

El freo del Fraile se remueve con las corrientes y las olas decoran con sus guirnaldas blancas las piedras negras. Piso las dunas fósiles que pisaron pies romanos. Me desplazo sobre una cantera para llegar a mí: así, sentado frente al viento y el mar, me siento patriarca del paisaje.

La playa es siempre distinta y siempre la misma. La arena vive en un vaivén de mareas en el que habita la duración. Un lugar: infinitos matices de paisaje. Un millón de veces vivido no basta para vivirlo. El mejor aeropuerto es el que nos lleva a nuestro lugar.

Sucedió hoy. Es para siempre. Estos dos haikus son su testimonio indeleble. El viento lo grabó y las olas lo hacen eco.





Roca en la mar.
                                      Raíz. Tiempo de viento.
                                      Ama la espuma.



                                               Lascas de agua
                                      esculpen el paisaje.
                                      Playas del aire.















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