jueves, 11 de agosto de 2016

Haikus XXVIII



El gallo, metalizado por Manuel Coronado, seguía cantando, con el pez de su orgullo en el pico, al mediodía.





Despierta el sol. Es necesario correr hacia poniente para perseguir tu sombra. Jazmín, saladares, salitre y algas  rescatan ausencias de aromas, otras sombras que te persiguen como estelas de tu esencia, sobre las que navegas hacia el que quieres seguir siendo. Callan grillos y cigarras en la frontera de su cambio de guardia: un gallo perfora la sinestesia del tiempo y trae entreverada en su melodía la sirena de la estación.

Con la globalización lo importante se hace más pequeño, se diluye hasta dejar de ser. Pero el gallo insiste en reivindicar su poder desde la atalaya sonora de aroma a recuerdo.


        
                     Aria del gallo.
Un tiempo amortajado
vela su canto.


En un país sin nubes, ahora nublado, la torreta de focos de la estación ya no canta la luz que cantaba

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