jueves, 25 de junio de 2015

Destellos LXIV





 
Fotografías de Ramón Bodegón, a contrasol en Cabo Cope: el agua reclama el desorden de su ser, su naufragio en aire.

La novedad abisma los presentes (sin la belleza machadiana de su “Limonero lánguido”) Los sepulta hasta difuminarlos en olvido (ellos,  que fueron, incluso, epifanías, son en los ahora vigentes y efímeros, nada) Miramos por encima de nuestras posibilidades: leemos por debajo de nuestras necesidades. El exceso de oferta ahoga una demanda que se hace encontradiza, que tropieza en el caos organizado del cosmos social con lo que, generosa o arteramente, un alguien o algo “amigo” comparte.

Todo canal puede ser bueno si tiene el uso adecuado (y hay una variada diversidad de adecuaciones) Dime qué “amigos” tienes y te diré quién eres, podría ser la adaptación del adagio popular. Los hay que, literalmente, siguen a pies juntillas el nombre y se  exhiben tal cual: hacen valer el libro de jetas y postureo  físico. Otros gesticulan con palabras ajenas y propias, como si fuese un “thoughtface”. Todo puede estar bien, pero unos y otros caminamos sobre la cinta transportadora del progreso, enterrados los que fuimos (con todo lo que fuimos) por los que somos. ¿Para cuándo un “thoughbook”, un “conceptbook”?

Atomización del tiempo y del espacio en  unidades inaprehensibles, aceleradas y estériles (por frustrantes y abortivas) en su movimiento ubicuo, portátil y transtemporal. El todo que puede ser nada. Un atributo de la divinidad: el Árbol de la ciencia del bien y del mal está ahora tras una pantalla. Es la segunda Caída: la segunda parte del Pecado original, que pone en marcha un nuevo cronómetro para el hombre nuevo.

Desde la contemplación, el vórtice puede ser bello.







Sin lengua ni garganta, las sirenas cantan su silencio.




Rúbrica: viejo sabor de arabesco para savia nueva.




La libertad está sobredimensionada y ha pasado de aspiración a mito vital en presente impaciente. Debemos leer más a Emilio Lledó: Para vivir la libertad, para vivir en libertad y de la libertad, hay que forjar criterios en la fragua del pensar. Habitamos una confusión que reprime nuestra capacidad de elección al hacerla infinita. El embudo de embudos pasa su factura gratuita.




Refulge la quietud en la oscuridad del movimiento.




Despalpitarse. Para poder ser pálpito consciente sin anularnos: buscar el sonido sináptico del pensamiento sin interferencias.




“Todo”, “mucho” y “siempre”: aperitivos de infinito, puertas de su abismo.


Homenaje a Juan José Domenchina.

El perpetuo arraigo del nómada, del náufrago que es su propia isla.




Eclipse de luz: encandilamiento de los excesos.




El enigma de la belleza está en lo que esconde. Unas gafas de sol enriquecen los ojos que ocultan. Una fotografía da vida a la vida que inerte en ella se intuye.




Ulises y las sirenas. Herbert james Draper (1909)
Pieza de cerámica ática (480-470 a. C.)

 
Ulises y las sirenas. John William Waterhouse (1891)

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