miércoles, 1 de mayo de 2013

Destellos LII



“-Me encanta este hueco ¿Cómo se llamará?... Esto es mío: pediré al rey que esta maravilla se llame el bósforo de Almasy”

De la película El paciente inglés (1996) de Anthony Minghella, basada en la novela homónima de Michael Ondaatje (1992)

        

En estos Limbos se pudre la vida en la impaciencia de escaparates, en el eclipse de “banners” que roban pantallas, impertinentes. Fogonazos de falsa felicidad que nos encandilan sin tregua para pararnos ante la fotografía que dejan tras su cegadora sombra de luz. Inconsciencia de lo ilimitado: consciencia de los límites. Lo divino humanizado frente a lo humano tangible: Dios frente a Jesús, desde los ojos del hombre.
En el fluir del cálamo currens, islas de lapsus calami. Allí, en sus profundidades insondables, pueden habitar los nombres sin nombre de los nombres: la corva del codo (ser pliegue o fosa no le basta); el trilcedumbrismo cesarvallejiano; la inefabilidad del placer o del dolor; la frontera eterna del momento; la médula del mar; el horizonte épico…

Verbalización del desequilibrio yinyángnico. Recuperación del léxico griego para acorralar el dolor y, al conceptualizarlo, estar más cerca de su raíz real. El dolor (con pasión o sin ella) descompuesto en algos, achos, odyne, ponos, lipes o kedos según radique en el frío, el miedo, los dientes, el sufrimiento o la fatiga, la propia piel, o los seres queridos. Para la alegría  hay menos matices, que permite ser vivida con menos necesidad de palabras.

Los destellos quieren acercarnos (¿pueden?) a la epifanía eterna y fugaz de lo nombrado. Juan Ramón Jiménez nos mira desde su limbo y sonríe, hecho ya “nombre conseguido de los nombres”, más allá de la transparencia (o transparencia pura ya).




 
Fotografía de Man Ray.
Bautizar juanramonianamente la escotadura supraesternal,
ese hueco de la fosa yugular en el estrecho
que va del cuello a la parte superior del espacio torácico.





Es el futuro. Literalmente ¿De dónde viene?
Ecuación del sueño: ¿en qué  orilla habita la incógnita? ¿Qué playa es la de la certeza?
Vivir sin duelo. Habituarse a los entierros que son las fronteras de los instantes. La muerte como fiesta de lo nuevo. Para el enterrador es un negocio. Ya somos todos enterradores sin más beneficio que socavar la tierra que nos sustenta.


Haz y envés del viento: busca su perfil y haz de él el bisel que acuna tus sueños.
Sonrisa de Melpómene; llanto de Talía: reflejo de la vida en las cuencas vacías de Edipo, valleinclanianamente.
El gran error: concebir la muerte desde la vida.
Ser verbo. Ni sujeto (agente o paciente) ni objeto (directo o indirecto). Ser verbo: puntal y repartidor de los papeles temáticos en el circo de la vida. Dejar al pairo de la voluntad de nadie solo las circunstancias.
Prometeo frente a Epimeteo: poder pensar antes de hacer para hacer lo que se ha pensado. Y no perder el tiempo que quisimos ganar pensando en la imprudencia de la equivocación, a solas con la esperanza cautiva, que siempre es humo de pajas.
Para nutrir la musculatura intelectual, sentimental o imaginativa no basta con saciar el apetito: hay que alimentarlo.

Nombrar para saber: renombrar para vivir.

2 comentarios:

  1. Poesia en tiempos de desierto. ¿Qué más podemos pedir?

    Grabo tu "El gran error: concebir la muerte desde la vida".

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    1. Son, una vez más, querido Galderich, "malos tiempos para la lírica":

      Sí, ya sé: solo al que es feliz
      se le quiere. Su voz
      se oye con gusto. Su rostro es bello.

      El árbol achaparrado del patio
      indica que el terreno es malo, pero
      los que pasan lo tildan de chaparro
      con razón.

      Los barcos verdes y las alegres velas del Sund
      no los veo. De todo
      veo solo la gigantesca red del pescador
      ¿Por qué hablo únicamente
      de que la aldeana a los cuarenta anda encorvada?
      Los pechos de las chicas
      son tibios como antaño

      En mi canción una rima
      casi me resultaría una insolencia.

      En mí luchan
      el entusiasmo por el manzano en flor
      y el espanto ante los discursos del pintor de brocha [gorda].
      Pero sólo lo segundo me impulsa
      a escribir.

      Bertolt Brecht

      (traducción de Vicente Forés, Jesús Munárriz y Jenaro Taléns, Ediciones Hiperión, 1998, 4ª.

      Pero debemos buscar eol corazón épico de la lírica y blandirla para sembrar en las heridas de mentira que puede llegar a producir si se llega a poder escuchar en este desierto de excesos.
      He pensado mucho en la paradoja que "grabas": la muerte solo puede ser pensada desde la vida, pero no hay que que pensar en en ella como si la pudiésemos vivir. Muertos ya no somos. Proyectar los miedos del ser sobre lo que no será es el error: no sufriremos la claustrofobia de la nada.

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