lunes, 11 de febrero de 2013

Destellos XLVIII


El óxido acaba haciendo de todo su vasallo: hasta de los desmontes que roban paisaje para privatizarlo. Tensión férrea de la ruina: testimonio de lo que se es mientras se deja de ser, imperceptiblemente.



“La poesía es un espejo que torna hermoso hasta aquello que es deforme”
                  
                            Percy Bysshe Shelley

“Todo, en el mundo, existe para acabar convirtiéndose en libro”

                            Stéphane Mallarmé


Pero también debe, la poesía, deformar aquello que es bello fuera del poema. Un libro sigue siendo, como en su origen etimológico, la parte interior de la corteza: lo oculto a la luz de la vida que recoge desde su perspectiva de sombra reflexiva. La existencia, pues, fluye hacia la nada de sus ahoras si no es retenida en las páginas de quienes la pueden pensar para después. La poesía es ese cazamariposas de horizontes vivos.

Destellos como cohetes de la verbena que es siempre la vida, pensada desde su mecha y no desde sus colores en el cielo oscuro.


Muerte: omnipresencia de la ausencia.
Los fragmentos de ahora se incrustan en los después, se proyectan en los antes en recurrencia necesaria del ser.
Memoria de ordenador: cementerio de recuerdos, fagocitosis nihilista de los símbolos físicos de la vida.


Antimelancolía de la emoción superior de la pantalla. Frente a la vida y su ruina física y dionisiaca, la apolínea y aséptica supremacía de lo virtual. El arte amordaza a la vida  desde sus parámetros, el artificio sustituye a la emoción de lo vivido.

La sombra que proyecta la experiencia ilumina el camino hacia lo que podemos llegar a ser.
La verdadera experiencia artística es la simbiosis perfecta entre la sensibilidad de un fotógrafo ciego, un músico sordo y un poeta analfabeto, asesorados por un perfumista sin olfato y un diplomado en caricias sin huellas dactilares. Así,  el arte es puro concepto sin forma, experiencia pura de los sentidos mentales.
Vivió siempre con el corazón en un puño: era un comunista cordial.
Arborescencias mentales del irse por las ramas: no hay necesidad de pasear por los cerros de Úbeda. El más allá está siempre más acá.
Problema doméstico de verticalidad masculina: meada bífida y sus efectos colaterales.
 



domingo, 3 de febrero de 2013

Destellos XLVII


En el abradeño tómbolo de El oso, el freo obliga a mojarse para comunicar tierra con tierra. A veces, la corriente impide esa sinapsis.





                                           “Las palabras, la única moneda
          del misterio”

                   Aurora Luque

Engendradora de musicalidad y de abismos de silencio, la palabra que no es concepto porque es ella la que hace concebir

                   María Zambrano


M'exalta el nou i m'enamora el vell

                   J. V. Foix


Las palabras son puentes, sinapsis, istmos entre dos continentes. La conexión entre dos puntas de embudo. La palabra puede ser un cañón entre dos valles o el coso del ojo de una aguja que enhebra el hilo de los pensamientos. Y el pensamiento mismo. La palabra es el espacio que en la bujía hace saltar la chispa del movimiento.
La palabra, altavoz en el que grita la vida su derecho a la entropía.
Don Quijote muere por exceso de realidad. Pero, blasdeoterianamente, “le queda la palabra”.
La novedad asesina a todo lo demás: hay Limbos viejos que reclaman una duración abortada por los nuevos, que ya nacen viejos. Queda la palabra, destello, eterna crisálida sin eclosión completa, víspera del orgasmo perpetua, tráiler de lo que será y nunca acaba de ser.
Palabra: isla en mar sin atosigamiento.

        
El viejo sueño de la ubicuidad, frustrado una vez más cuando parecía al alcance de la punta de nuestros dedos: estar sin ser en todas partes a la vez no es ubicuidad, es dispersión.
Tecnología: cauce de la novedad sin espacio para la duración.
Este latido vive en y del anterior. Matando al padre el hijo asesina su posibilidad de engendrar.
La estela de la palabra está detrás, no delante. El poder genésico es filosofía metafísica en este mundo: realidad en el trasmundo poético.


La urgencia de la velocidad nos ha hecho pasajeros, turistas, emigrantes y huéspedes de nuestro tiempo.

Corazón excoriado: san Bartolomé de la intimidad, en su celda se deja despellejar por su resistencia al cambio. Su piel, curtida, servirá para fabricar resistentes fundas de tabletas digitales.

Se precipitan los días hasta llegar a uno que no supimos programar.
El cuerpo de dios es el mundo: somatiza lo que piensa y crea la realidad.
Accidente de tránsito.
A la santita se le enredó el escapulario en el alma y la ahogó. Nunca pudo llegar a su destino y entró en estado de putrefacción  apenas salida de la décima estación: despojada de sus vestiduras, erró su camino de perfección y no pasó de la vía purgativa, iluminada a lo lejos por una unidad que ya no podrá ver ni en un portal de internet.
Para vivir hay que beber la raíz del agua.



Martirio de san Bartolomé de la colegiata de Osuna, fechado entre 1617 y 1619.
José de Ribera.
Como un corazón desollado vivo por el tiempo verdugo: martirio mudo

Martirio de san Bartolomé de José de Ribera, El Españoleto.
Grabado producido entre 1624 y 1628.
Podéis ver más imágenes del martirio del apóstol aquí