domingo, 30 de septiembre de 2012

Destellos XLI

[…]Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En tus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.”

Cernuda, Luis. “A un poeta futuro” en Como quien espera el alba (1941-1944), recogido en La realidad y el deseo (1924-1962)

Puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación, duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria…

Bécquer, Gustavo Adolfo. “Cartas literarias a una mujer, II”, publicada en El Contemporáneo (martes 8 de enero de 1861)


Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción

García, Manolo. “Carbón y ramas secas” en Arena en los bolsillos”  (1998)


Tiempo de barbecho entre dos extremos de mi yo. Tiempo de vivir para poder escribir. En el hombre que vive habita larvado el poeta futuro, realidad de un deseo que fue deseo saciado de realidad y ahora es presente pletórico de vida recordada. Sentir para contarlo en esta extensión trasversal que es Ábradas: destila la palabra aquí aquello que los ojos tocaron allí. Y todo es esto.

No hay otra forma de retener el tiempo que viviéndolo. Poder contarnos después esa vivencia es un lujo. Contárnoslo mientras lo vivimos, un privilegio de poetas.

Destellos: ecos de la vida de un viajero a velocidad cero; chispazos de soledad de chinchorrero.



Un fotógrafo anónimo trae hasta aquí a Francisco Serrano Robles, el Sable, como orgulloso chinchorrero a la luz del día en la playa de Calabardina. Como marinero encargado del bote de la luz en el arte de la traíña, la  oscuridad de la noche y la soledad bordan su espera. Los potentes focos  fingen ser luna para arracimar a los peces y hacerlos pescados. 



No estaba perdido: estaba encontrándose.
Sin conexión, sobre una pantalla negra, el reflejo de la imagen de un muchacho solo y desvalido.
Cero: huella de la nada de cada cosa.

Se agosta agosto, se autoinmola. Y, sin ruido apenas, empieza a septiembrear y se transforma en otoño.

Exuberancia minimalista del desierto.

Obviedad trascendente: cuando buceo, pienso en lo que veo; cuando buceo, vivo lo que siento.
Cementerio. Jardín de muerte: abono de la memoria.
El mismo traje de agua que te da la vida es tu mortaja. Las aguas del mar te bautizan cuando te acogen y te ungen con la extremaunción que te inmortaliza en agua.
Pasan lentas las horas y rápida la vida. La eternidad, que asesina el minuto, ríe burlona.
La aureola del alrededor centra e ilumina el presente.

6 comentarios:

  1. Esos "chispazos de soledad de chinchorrero" me han llegado a lo más profundo de mi sentir. La imagen es muy potente: en la oscuridad del mar, el barco se aleja con sus artes del bote de la luz para que los peces se abriguen a la claridad falsa de sus focos: media hora, una hora... El chinchorrero está solo en el corazón de la noche, fija la mirada en el agua luminada poblada de cadúmenes. Constelaciones de peces que compiten con las de estrellas, eclipsada por la luz de las bombillas. El vaivén del mar mece esa soledad.
    Sigue iluminándonos con esos destellos que antes te han encandilado a ti.

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    1. Es un honor que me lea y que, además, disfrute de lo que escribo. Sepa que, en gran parte, usted es el responsable de lo que digo. Usted y la vida, mi vida.

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  2. Tus destellos siempre tiene forma de faro. Me quedo con el penúltimo, como davorito de esta tirada.
    Un abrazo.

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    1. Ser faro, aunque no de luz guiadora, siempre es un gran elogio. Los destellos que manchan la noche quizás no eviten naufragios, pero estucan el cielo como estrellas: cada uno es insignificante, pero capaz, si se mira con intención, de enceder la mecha de la duración.

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  3. Será esa introspección lo que nos deshace, nos escombra, y nuevos caminos se nos clavan como un intento de llenarnos de nuestro propio hurgar, no sé... siempre pensé que la palabra es "verduga", una mentira comprensible que acuchilla a la verdad incomprensible y aún así no tenemos algo más inevitable que ese lenguaje que no es únicamente para comunicar.
    Me gusta la emoción de existencia remota de uno mismo que hay bajo del agua, sueño con salir a tierra y sentir lo mismo.
    Leerte siempre es un premio y empezar con Cernuda... bueno, siempre tengo cerca a Cernuda. Gracias por tanto en tan poco espacio (o quizá en mucho).

    Un abrazo.

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    1. La palabra, querida Gabriela, es, ciertamente, verduga de la realidad a la que quiere representar; pero también es su única mediadora mínimamente creíble (tú, que tienes otras formas de hablar, puedes poner color y forma a lo que vives)... Vivir es una aventura que no se agota con la mera existencia: transubstanciar lo vivido justifica la vivencia y la hace más comprensible y transportable en el espacio y el tiempo. La fotografia del chinchorrero dice mucho más de lo que yo pueda explicar: es el padre del marido de mi tía y el orgullo con el que posa no tiene palabras que lo describan.
      Gracias por hecerme sentir premio por o que digo, que estamos cerca de no saber qué decir ante tanta hiperactividad y alabanza a la superficie "fast-food-fagocitadora"

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