domingo, 29 de mayo de 2011

Destellos XI

Sin voluntad de aforismo: concentración lírica, simplemente; construcción de instantes. Destellos.

El barco transformado en pecio ya es eterno.

Abismo de claridad: todo lo no dicho; todo lo que queda por decir.

Rebelar revelaciones: revelar rebeliones.

26 huesos (7 tarsianos, 5 metatarsianos, 14 de sus falanges –sin más ánimo conquistador que el propio de su transcendente sutilidad en la locomoción); morfologías griega, polinesia o egipcia; remates de queratina dura; articulaciones, tendones, ligamentos y músculos: pez fresco en un naufragio de sábanas.

No le preocupaba la muerte. Decía que era como estar vivo, pero al revés.

Y desde todos los aquí y los ahora gozar la discreta apoteosis de la perspectiva que casi siempre nos falta.

El mejor tatuaje es el que traza la experiencia prolongada del amor sobre el pensamiento. Solo hay que remarcarlo con la tinta fugaz del arrebato.

El deseo tiene alas y naufraga bajo la piel. Hay que facilitarle la salida para que vuele infinito enhebrando su dominio en el coso de nuestra voluntad.

martes, 24 de mayo de 2011

Destellos X

Borbotón léxico en el discurso total de lo fragmentario. Huellas en el camino de un pastor de horizontes descarriados. Duraciones instantáneas centrípetas, pero con voluntad centrífuga. Casi nada, que es una parte esencial del todo. Destellos.

Vértigo del abismo sublime del detalle: unos pies que conducen a alguien que no nos importa.

Hipersensibilidad acústica: miles de sardinas y jureles gritan en la jarcia boqueando chillidos sordos, dolorosísimos. Anestesiados por nuestra sordera, solo oímos su compulsivo movimiento, coreografía improvisada de zigzagueos plateados como paréntesis de silencio.

En este instante soy inmortal. En el siguiente… ¿quién lo sabrá?

Este instante linda al sur conmigo. Al este y el oeste con lo que soy. Este instante linda al norte contigo.

Citerea te espera: desembarca pronto que hay que consagrar tu venera para mi comunión.

De los pies a la cabeza hay una inmensidad que, siendo tuya, me pertenece.

El sexo tiene algo de molusco acezante y cefalópodo dulce y sabroso: el beso, diálogo de fluidos tentaculares, nos arrastra, animal, a la cumbre del instinto.

Esta península, farallón de proa, navega hasta el continente soñando con tectónica de placas.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Valses de la memoria (pecio de 1955)



José María Quiroga Plá deja inédito su libro Valses de la memoria, que deberían haber editado Max Aub y Joaquín Díez-Canedo si, como han dejado escrito Herrera Petere y la viuda del poeta, Suzanne Duval, Gonzalo Semprún lo hubiese llevado hasta las manos de los editores en México. Solo podemos leer, que yo sepa, el fragmento que conservó Rafael Martínez Nadal, quien lo ha sacado del silencio en su Miguel de Unamuno: dos viñetas. Y José María Quiroga Plá: hombre y poeta desterrados en París (1951-1955). Madrid: Casariego, 2000 , pp. 237-240.
La carta de Suzanne Duval al hijo del poeta, fechada en Ginebra el 13 de agosto de 1955, dice:
                He olvidado decirte, que todos los poemas inéditos de tu padre están  ahora  en México, entre las manos de un buen amigo de tu padre, Max Aub (Euclides, México, 5, D.F.).Te doy las señas por si acaso queréis escribirle un día. Fue él quien se ocupó de la edición de  “La realidad reflejada”, y va a hacer lo mismo para el próximo libro, que se llamará “Valses de la memoria”. Tenemos el prólogo de este libro, pues José María todavía pudo dictarlo a Virgilio. También te lo mando con mi carta de hoy. Si quieres pedir o preguntarme algo, sabes que estoy a tu disposición para todo lo posible.”

Quince años después, un 29 de octubre de 1970, Max Aub le escribe Miguel Quiroga:

“El 29 de abril de 1955, José Herrera Petere me envió unas líneas anunciándome la llegada de Gonzalo Semprún que me traía Valses de la memoria con el prólogo que había dictado José María poco antes de su muerte. Desgraciadamente nunca apareció Semprún ni jamás me volvió a hablar de él Petere, ni siquiera el año pasado, cuando estuve quince días en Ginebra”

¿En qué limbo yace olvidado ese original?
En una carta del poeta a su amigo Martínez Nadal, fechada en París el 3 de febrero de 1953, le dice:
“Quisiera completar Valses de la memoria, poemas en verso largo, regular o puramente rítmico”
Efectivamente, el fragmento que conservamos hace de la palabra ritmo bailable al son ternario de la memoria, con endecasílabos blancos que se dejan tentar por la música que propician y vibran en rimas esporádicas y melódicas.
Pero devolvámosle la voz al poeta. Primero en el fragmento inicial  del prólogo; luego en su poesía.

Valses de la memoria será, según todas las trazas, mi último libro, cuya aparición me temo que no veré. Es una de las maldiciones del destierro, en el que dos cosas me han roído continuamente el alma: volver  a ver mi España y ser leído por los públicos españoles”.
Texto mecanografiado con correcciones autógrafas de Quiroga Plá y dedicatoria a Martínez Nadal (detalle) 


Valses de la memoria...

                                                        A Rafael Martínez Nadal,
con la amistad de
                        JMª Quiroga Pla.
                                                        París, julio 1951.


                                   VALSES de la memoria, entre dos vueltas
de la conciencia, medio adormecida
en momentánea dejadez flotante
sobre la almohada -espacio y tiempo justos
para esbozar
                        el resbalar
                                           de un paso,
para apurar
                      el rejalgar
                                         de un vaso,
para cifrar
                    en un lunar
                                             destello
un destino estelar tallado en sello.

Girar, girar, girar. Como la lima
imantada, atrae en un concéntrico,
ordenado venir, el polvo fino
de irisado metal -nuestro pasado.
Y sin saber...
                 Aquí todo es sorpresa;
lo que cuenta es el paso y es la música.
Por encima del hombro que se apoya
¡qué deslumbrados ojos estoy viendo,
entreviendo, al pasar! (¿Fueron los míos,
y yo ese adolescente que sonríe
-que sonreía- heroicamente casi
para pasar, temblando  y de puntillas,
tanta pasión, y tanta fiebre y tanto
entusiasmo en la rueda, disfrazada
su crispada fricción de indiferencia?)
        Y luego, a la otra vuelta, la salobre
ola de soledad desesperada
que sube en flecha en el silencio, y grita
entre cuatro paredes, y se estrella
y cae, y al caer no encuentra fondo
en que dormir por siempre sosegada...

        ¡Y ese fervor, de pronto disparado
y que al pasar tropieza en manos, voces
a que prenderse, en que trabar su fuerza
para ganar, vencido, el horizonte.
Y otra vez, otra vez la mala playa
que da apenas cabida a un solo náufrago!

        ¡Ay, soledad! ¡Oh, soledad! Condena
del hijo de hombre y de mujer, cadena
que ata de pies y manos a esta furia
derramada hacia todos, para todos.
Escucha, oye esa voz, oye esa música
a tu ansia paralela -fuente, luego,
que hacia tu sed, hasta tu sed desciende.
Amor liberador, que trae el cielo
a la linde, al alcance de tus ojos.
        Es todo tuyo porque tú eres todo,
y esta cerrada concha que te guarda
es tan porosa, que si la marea
por los pulsos del mundo va subiendo,
es su latido el que tus venas colma
y el que en la boca que te besa sientes.

        ¡Y es todo tan ligero! ¡Y tan borroso
todo!
        Mañana, cuando te levantes,
cada cosa estará puesta en su sitio.
Esta memoria clasificadora
habrá devuelto su función, su número
a todo lo que cambia en superficie
pero sabe, esencial, decir: “¡presente!”
en el momento justo.
                          Mientras tanto,
el sueño mece todo. La memoria
es un mágico cuento de nodriza,
y en el fondo insondable del dormir
y del rompecabezas de los sueños
hay un vago tranvía que repica
su sordo timbre, entre la densa bruma,
para atraernos insensiblemente,
para llevarnos, en volandas, hacia
el borde de la tierra y del recuerdo,
al dulce litoral de nuestra infancia,
más allá de la noche, hasta sus puertos.

         París, 26 de diciembre de 1949
               

martes, 17 de mayo de 2011

Destellos IX

Ofuscaciones en este hogar sin lugar: arrebato y arrobamiento al pairo. Tormenta seca entre el crepitar y el relampaguear de las ideas, entrojadas en las grietas palpitantes de las sinestesias. Balbuceos dodecafónicos, pasión epicúrea dosificada en relatos suicidas. Sujeto lírico ecuménico. Destellos.

No estoy preparado para ser mental. Espacio y tiempo necesitan cuerpo, materia para seguir siendo. Por eso soy mortal: para no diluirme en el simulacro de la virtualidad. “Tange me”.

Como mi digestión y mis diástoles, pero exógena, gobiernas mi vida, encauzas su inercia. Como los riñores y el páncreas: si fallas, la diálisis y la insulina simularán la vida.

Estar para ser y vivir en la audaz reconquista perpetua y serena. Ser lo que se viene siendo: para eso hay que estar.

El tiempo acaba con cada día: la estancia es, pues, esencia. Y tu ausencia agujerea la solidez de mis horas.

Abierta, infinita, sólo abarcable en la fugacidad animal que nos convierte en piezas de puzle.

Todo es limitado menos este instante que siempre queremos repetir porque se construye condenado a su intensa fugacidad.

sábado, 14 de mayo de 2011

Destellos VIII

Efervescencias, espuma y reflejo somero de lo íntimo y profundo. Chispas del asperón de los días en su fricción con la yesca de las noches. Restos de la oscuridad magmática del útero marino vomitadas al naufragio de sus playas. Coherencia del instante, esquirlas de presente en el marco artificial de este espacio, este libro sin páginas, este papel continuo que se enrolla fuera de plano. Diario poético, a redrotiempo. Vivencias transubstanciadas, des-subjetivadas sin llegar a poder objetivarse. Secuencia de latidos que narran una historia sin historia, impresionistas. Destellos

La ilusión nos eleva y la realidad, sucesión de gravedades, nos arrastra con su lastre: en el esfuerzo por equilibrar su tensión invertimos la vida.

La ausencia proyecta su sombra de luz para iluminar, precisamente,  este aquí y este ahora huérfanos de ti.

Ausencia: haz del envés del bosque del ser.

El hueco reclama  la presencia: la engalana con su ebrio eco de víspera y endulza el camino de los encuentros. ¡La ausencia todo lo recompone!

Satifecho el animal, nos queda disfrutar todo lo demás. Saciada la carne, viene el goce sereno del hambre de nosotros.

Acertar con ritmo y cadencia hasta hacer que un diente de león expanda sus vilanos dentro de ti y te inunde de  cosquillas.

Tener voluntad de deseo e inteligencia para gozarla: la materia en que se encarna el amor inventa sus moldes para huir de la nada.

martes, 10 de mayo de 2011

Destellos VII

Transposición: transfiguración: transubstanciación: transmigración. Ideas en tránsito, transliteradas, aljamiadas. Fulgor suicida: pálpito fulminante: destellos.
Horizontes verticales: barrotes de la cárcel de la prisa.

La vida se diluye en la muerte, fundido en negro en el todo de la nada.

Lo efímero permanece mientras dura, que es nada. Toda la vida preparando este instante agónico, pleno, definitivo.

El tiempo precipita en vórtice persiguiendo este presente que huye.

Dejarse ir para morir. Dejarse ser para crecer.

La vida es una broma que se lleva hasta el final.

Por encima de los huesos, cuando el pellejo nos muestre más calavera, ha de sobrevivir el lustre de una piel alimentada con caricias y besos.

Así, ovillados, buscando ser un solo cuerpo, un nudo de brazos y piernas que da argumentos al amor.

Metamorfosis del papel (Atrevimiento naïf)



ACABA LA NADA
                            AIRE
de ave Fénix
que ondula el
                            AGUA
del pez
         ex(H) alada
y un buque escupe
hacia la playa
la                         
    TIERRA
del mar
se erige en montaña
del
                            FUEGO
incendiada
QUE TODO LO ACABA