martes, 19 de abril de 2011

Los rostros de José María Quiroga Plá

Pongámosle ahora cara al poeta: todos los rostros que hemos podido salvar del olvido, fragmentos de tiempo, instantes de vida. Quizás las fotografías que siguen puedan ser un reclamo para otras que sueñan en cajones como lázaros que esperan una resurrección impensada.
La primera, la más “oficial” de todas por ser la más difundida (si es que podemos utilizar esta hipérbole), es obra, creo, de Joan Gelabert, un joven que trabajó con Quiroga Plá en la UNESCO. Es, por tanto, una fotografía del exilio, seguramente de mediados de los cuarenta.

Las que siguen, ahora sí por orden cronológico, pueden, simbólicamente, ubicarnos al poeta en algunos de los ámbitos que frecuentó. Falta la fotografía que haga justicia a su vinculación con algunos de los hombres de la Generación del Veintisiete: la amistad con Pedro Salinas, Gerardo Diego o Jorge Guillén no deja más testimonio que el de las cartas. Su ausencia del marbete generacional, congelado en la famosa instantánea del Ateneo de Sevilla de 1927, ya lo desterró antes del exilio real forzado a las lindes de las notas a pie de página de la historia de la literatura.

Esta parece una instantánea recortada de una fotografía de un plano general que captaba a un joven Quiroga Pla de mediados de la década de los veinte, cerca todavía de sus inicios ultraístas. La he tomado de la última edición del libro de Andrés Trapiello Las armas y las letras (Madrid: Destino. Imago Mundis, 167, p. 579).

Su relación con Salomé, la hija de Unamuno, no pudo durar más de seis años y medio: uno y medio de noviazgo (iniciado a principios de 1927) y apenas cinco de matrimonio. Su muerte, la madrugada del 11 al 12 de julio de 1933, sumó dolor al dolor de la certeza de una enfermedad, la diabetes, que le acompañaría veintidós años: sin Salomé (Felisa, hermana de su esposa y segunda madre de su hijo, y Suzanne Duval, su compañera, secretaria y enfermera en París, Ambilly y Ginebra nunca ocuparon el hueco que dejó); lejos de Miguel y de los suyos; sin  nombre literario sobre el que seguir creciendo; en brega continua con la salud y las precariedades económicas, vivió “muriendo al día”, al otro lado de la frontera, reflejando las realidades del pulso del instante que alimentaba sus esperanzas.

Su admiración por Unamuno, que algunos han interpretado como una forma de hacerse hueco en la élite intelectual, a la sombra del suegro, fue más perjudicial que beneficiosa porque, precisamente para evitar prebendas, renunció a trabajos que justamente le correspondían y asumió otros, como su secretariado, que le impidieron dedicarse por entero a su obra. En la fotografía, tomada un 6 de octubre de 1930 en el teatro Bretón de Salamanca durante un mitin republicano, podemos verlo en el extremo derecho, junto a Álvaro de Albornoz, Castro Prieto Carrasco y Unamuno, como orador.

La familia Unamuno crece. José María Quiroga Plá y Salomé le dan el primer nieto al autor de Amor y pedagogía. De ello dará cuenta en el “Prólogo-epílogo” a la segunda edición de esa obra de 1903, en 1934. La fotografía nos acerca a un Quiroga Plá, padre novato, en 1930.

En la Salamanca de 1934, suegro, poeta y nieto, posan distraídos ante una cámara hoy anónima que inmortaliza su imagen. Ese es el Miguelín que daba argumentos filológicos al abuelo con sones como “oplapistos” o “cutibatunga”. Léase el Amor y pedagogía, por el placer de contextualizar esa imagen y estas palabras y el de la simple lectura de un texto enorme.


La dedicatoria de aquel agosto de 1932 nos vuelve a situar ante un Quiroga Plá enamorado de una Salomé viva. Su gesto congelado, muy de la época por la “caracterización” (peinado, tipo de gafas, estilo de traje…), lo acerca en la distancia del tiempo a amigos como Max Aub.

La fotografía muestra una simetría que falsea la realidad que nos acerca: parecen dos matrimonios que contemplan a sus dos hijos en un parque de Salamanca en una fecha incierta (por la edad de Miguel Quiroga, el niño de la derecha, podría ser hacia 1934). La pareja de la derecha son Felisa de Unamuno y Quiroga Plá. Salomé ha muerto ya y la necesidad de madre del hijo que deja desplaza a su hermana a ocupar su lugar. La relación será complicada y con unos matices que los fotografiados no sospechan en ese momento robado al tiempo. Desconocemos la identidad del trío de la izquierda.

En agosto de 1934 podemos ver a Quiroga Plá paseando por Madrid con una acompañante que no identificamos: ver al poeta en movimiento, sorprendido con un libro entre las manos, nos acerca algo más a lo que fue, lejos de poses que nos lo traen algo muerto.
Ni rastro gráfico de su paso por la Guerra Civil, a pesar de tener un peso importante como jefe del Departamento de Censura de la Prensa Extranjera en la Subsecretaría de Propaganda. Ni una imagen de su paso por la frontera y de los primeros momentos del exilio, seguramente junto a un grupo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, en un convoy especial que le permitió evitar los campos de hacinamiento franceses. La fotografía que sigue, quizás de la misma sesión que la primera que hemos presentado, lo arma con su inseparable pipa.

Esta otra, que también roba un instante de movimiento, nos lo trae en un gesto que debió ser cotidiano: así lo recuerda, por ejemplo, Max Aub mientras le leía los capítulos de su Campo Cerrado en su buhardilla de Capitaine Ferber, 5.

En estas dos últimas, tomadas del Independencia. Revista de cultura española, borroso, irreconocible casi, aparece un Quiroga Plá comprometido, representando como presidente a la Unión de Intelectuales Españoles. 

La primera es del número 6, del 30 de abril de 1947, y recoge un momento del acto organizado con motivo del paso por París de Joseph Groman, presidente de la Unión Mundial de Estudiantes. En la fotografía, el señor Santaló, ministro de Instrucción Pública de la República, está en el uso de la palabra. Quiroga Plá es el segundo por la izquierda, entre el señor Arturo Acebez, secretario general de la UFEH, y el propio Groman. El señor Montiel, presidente de la Agrupación de Universitarios, es el que está a la derecha de la imagen.

La segunda es de la página 9 del número 8 (30 de junio de 1947): Quiroga Plá es el segundo por la izquierda, atento a las palabras de José Mancisidor, escritor mexicano y presidente de la FOARE. El acto, organizado por la Unión de Intelectuales Españoles, tuvo lugar en el salón de la Ligue Française de l’Enseignement, en París. Entre otras personalidades, están el señor Valera, en representación del presidente de la República, los señores Santaló, Bacarisse y Martínez Risco y la señora Victoria Kent, vinculados, como Quiroga Plá, a la UIE.
No puede este “reportaje fotográfico” acabar sin visitar la otra orilla. La última instantánea es de mayo de 2000: en ella aparece Rafael Martínez Nadal entre Miguel Quiroga de Unamuno y Pascual Gálvez, en fraternal abrazo que abarca más que los brazos. Tres generaciones (la de Quiroga Plá, representada por su amigo y albacea Martínez Nadal, la de su hijo y la del que ha propiciado el encuentro). La fotografía celebra la publicación del libro de Martínez Nadal Miguel de Unamuno: dos viñetas. Y José María Quiroga Pla: hombre y poeta desterrados en París (1951-1955). Madrid: Casariego, 2000. La Residencia de Estudiantes acogió el acto de presentación del libro que, simbólica y momentáneamente, devolvía a Quiroga Plá al hueco que dejó en la fotografía de la Generación del Veintisiete.

3 comentarios:

  1. Es curioso como si no hay fotografía una biografia actual cojega...

    ¿No fue este blog el que empezó comentando la superioridad de la palabra sobre mil imágenes? ;-)

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  2. Sí, estimat Galderich: segueixo mantenint la superioritat de la paraula sobre la imatge perquè qualsevol icona, per molt abstracta que sigui, sempre ens l'hem d'explicar per entendre-la, ni que sigui per entendre el que ens fa sentir.
    La biografía i la bibliografía de Quiroga Plá necessitaven una restauració gráfica: aquest blog esdevé el simulacre del que ja no pot ser físicament real i accessible: las imatges del seu rostre i dels seus llibres ens apropen a la paraula esencial que hi contenen.

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  3. Se sabe de que muere Salomé?

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